Alemania y Francia hablan con una sola voz y dicen que una nueva regulación financiera internacional es un objetivo no negociable. Los EEUU y el Reino Unido prefieren regulaciones nacionales y estímulos públicos a la economía. Es una diferencia que tiene profundas y antiguas raíces culturales y políticas. El análisis de Sartori, en su Teoría de la Democracia nos puede ayudar a comprenderlas:
Principios generales abstractos considerados como verdades evidentes; una sociedad imaginaria en la que todo aparecía como simple, coordinado y racional. Bryce y Tocqueville ponen en verdad el dedo sobre la “democracia de la razón” y, a partir de ella, sobre el racionalismo como trasfondo cultural de la democracia de tipo francés. Racionalismo al que se contraponen el empirismo y el pragmatismo como sustrato cultural de la democracia de tipo angloamericano. El empirista en la acción es pragmático: da un paso a la vez, orientado por lo que sucede, e inmediatamente se mueve de nuevo. El racionalista da el salto más largo y se mueve por asalto: su distingo es el de partir desde una tabla rasa, de rehacer todo desde los cimientos.
El contraste puede desarrollarse todavía más. Para el empirista cuenta la aplicabilidad, para el racionalista la coherencia. El primero rehúye la larga cadena deductiva; el segundo está fascinado por la construcción more geometrico de las catedrales lógicas. La mentalidad empírico-pragmática es “tentativa”; la mentalidad racionalista busca lo definitivo. La primera aprende probando y recibiendo de la experiencia, la segunda se impone y sobrepone a la experiencia. Podríamos resumir así: para el empirista, la racionalidad es moderación; para el racionalista, debemos ser racionales (rigurosos y coherentes) aun a costa de ser irracionales.
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