lunes, 20 de septiembre de 2010

La plaza de Antequera se quedó pequeña para el mitin del PP-A


Antonio Barreda Alcobet
Ocho y media de la mañana, hace un poco de frío y en la sede del PP de Sevilla-Este de la calle Flor de Salvia está todo preparado para la marcha a Antequera. En unos minutos nos reunimos un numeroso grupo en el que algunos aun tienen las señales de Morfeo alrededor del rostro. Poco después el autobús conducido por una mujer se pone en marcha en dirección Antequera. En el itinerario pocas charlas y pocos canticos, solo el ruido de la carretera y del correr de las cortinas de los que huyen de un sol que empieza a desperezarse. Luego se inician las primeras conversaciones con un tema en común: el inoperante papel de ZP y de Griñán que tienen sumida a Andalucía en un pozo sin fondo.

Primera parada en Aguadulce cerca de las 10:00 de la mañana. Otros autobuses cargados de militantes con banderas abandonan la venta en plena carretera y otros nos acompañan ya rezagados. El remolino humano toma la barra como si del último rancho se tratara. Otros, en cambio, toman al asalto los servicios inmisericordes, el hambre puede esperar. Toque de queda de 10 minutos para la marcha. Un grito y todos al autobús. El presidente del Distrito-Este, Jorge Martínez y Silvia no dejan de contar para que nadie se quede atrás olvidado. Las conversaciones se tornan ahora más animadas, algunos se convierten en verdaderos speaker de la política y ya animan y caldean la marcha.

Queda poco, Antequera parece adivinarse tras la epidermis de Málaga y por fin llegamos a ella. Unas calles y nos dejan cerca da la plaza de toros, justo donde se celebra un marcado medieval de indudable interés antropológico. La policía municipal dirige al grupo hacia la acera y los pasos de peatones como un pastor dirige sus ovejas, mientras Isidro grita: ¡Menos policías y más cervezas frías! El policía municipal lo mira incrédulo y se ríe junto a todos nosotros.

La plaza de Toros se alzaba como una fortaleza tomada en medio de Antequera, gritos y murmullos llenan el aire mientras nos acercamos. Las primeras puertas se nos resisten. ¡Por aquí está lleno! Nos indican. Seguimos caminando y sorteando puertas y personas hasta que dimos con una especie de vomitorio por donde colarnos. Aquello daba detrás del escenario, y el griterío se transformó en miles de personas que animaban con banderas azules el romper del día. Gradas atestadas, pasillos llenos, gente frustrada que quería llegar pero que no podía. Los alrededores se llenaban cada vez más de personas anónimas que habían madrugado para ver el espectáculo.

Dentro, la voz de los líderes del PP-A arengaba a aquella marea humana que pedía a gritos ¡Zapatero Dimisión! Desde todos los rincones de la plaza de toros. Se arrancaban una y otra vez con este slogan que no es patrimonio solo de los sindicalistas. El grito era unánime, seguro, acompasado como un aria en pleno final, y constante. El contenido de los mensajes de los líderes lo dejo para la crónica del día, lo que importa es que, como en Dos Hermanas, aquello se quedó pequeño, enano. Los gigantes habían llegado y entrado en la leyenda donde se forjan los héroes y las epopeyas. El camino hacia San Telmo había pasado un peldaño más en Antequera.

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